Torre Miramar
En junio de 2009 se inauguró un paso inferior en la avenida de Cataluña, diseñado para dar fluidez al intenso tráfico rodado que entra o sale de Valencia por la V-12, la carretera de Barcelona. Las obras tuvieron un sobrecoste de 14 millones de euros sobre el presupuesto contratado, ascendiendo a 24. En la rotonda de superficie se levanta una construcción de 45 metros de altura La torre se presentó como un mirador de la ciudad, con capacidad para 160 personas, pero, debido a los costes de mantenimiento y a desavenencias entre administraciones se cerró solo tres meses después. Y así permanece. Las acusaciones mutuas y las reclamaciones de responsabilidad respecto al cuidado y conservación del edificio, que serán constantes entre el Ayuntamiento y el Gobierno socialista de Zapatero, desaparecieron en 2011, tras la victoria del Partido Popular en las elecciones generales que dieron el Gobierno de España a Mariano Rajoy.
“El denominador común” de este tipo de arquitectura-imagen, “utilidad dudosa y costes desmesurados es que en gran medida han sido soportes publicitarios e instrumentos de comunicación política […] apelando a instintos muy básicos como sobrecoger con el tamaño, el impacto visual o con una originalidad forzada”. No faltan ejemplos en la ciudad, desde el nunca completado estadio del Nou Nestalla (Mark Fenwick), el Veles i vents o edificio Foredeck (David Chipperfield y Fermín Vázquez), construido para la America’s Cup, uno de los grandes eventos que junto con el Gran Premio de Europa de Fórmula 1, (2008-2011) o la visita del papa Bendicto XVI (2012), oficialmente Encuentro Mundial de las Familias que caracterizó la “era de la corrupción” en Valencia.
La Ciudad de las Artes y de las Ciencias se proyectó con un coste de 150 millones de euros, pero acabó costando 1282 millones. El cambio de escala, la desproporción del abuso alcanza aquí dimensiones monstruosas, pero es preciso recordar que los primeros proyectos «emblemáticos» se remontan a los ochenta, como la construcción sobre el antiguo cauce del Turia de puentes firmados por arquitectos de renombre, “que quedan como diseños y propuestas que serán retomados en 1991 por el gobierno de coalición de la derecha (P.P. y Unión Valenciana), transformándolos y ampliándolos con un único objetivo: facilitar la creación de plusvalías de los constructores (Bautista Soler, Lladró, Onofre Miguel, etc.) utilizando un procedimiento particular del PGOU como son los estudios de detalle al cual recurrirá el gobierno local con asiduidad”.
Alfonso Puncel Chornet, Valencia: opciones, desorden y modernidad
El proyecto de investigación Nación Rotonda, que investiga los desmanes urbanísticos en la España del ladrillo y la hipoteca, entre todas las rotondas erigidas durante la burbuja de la construcción, consigna como “la más cara” a la rotonda de la Torre Miramar de Valencia.
La torre —que se mantiene en el más absoluto de los abandonos, diezmadas las palmeras de la rotonda y estancada el agua de las fuentes— pretendía evocar las tradicionales torres miramar, típicas de los poblados marítimos, como la que lucía la casa del Horno de la Estrella, en el Cabanyal, y que desoyendo las recomendaciones del Consell Valencià de Cultura, la alcaldesa Ritá Barberá mandó derribar en abril de ese mismo año.
En este sentido, el ejemplo paradigmático sin lugar a dudas es la Ciudad de las Artes y las Ciencias, emblema de la aspiración de Valencia al título de ciudad-espectáculo global. Su autor, Santiago Calatrava, supo como nadie aprovechar la monumentalización de las infraestructuras que a merced de los ciclos electorales se impuso desde mediados de los años ochenta en España. De hecho, su puesta de largo tendría lugar con una exposición organizada por la Generalitat valenciana en 1986, año electoral, segunda legislatura de Felipe González, triunfo de la cultura desenfadada y desinhibida que viviría su punto máximo en la Expo de Sevilla. Pero en 1993, se puede decir que Calatrava “pierde los papeles y comienza a plantear diseños cada vez más megalómanos”; y lo peor, a partir de ahí da inicio un nefasto “afán mimético” que sólo podía empeorar con la multiplicación de “epígonos desorientados”. Y, peor que peor, sucedió.
Nunca antes el arquitecto había parecido tan artista, ni la arquitectura aspiraba a verse como una escultura monumental. Pero no por ello la figura del artista escultor desapreció. Del mismo modo que Mariano Benlliure fue el predilecto de las élites político-económicas de su tiempo, la Valencia neoliberal de los gobiernos del Partido Popular adorará a una serie de artistas que destacarán de entre la masiva invasión escultural que trajo la efervescencia de la construcción de rotondas en los años noventa y 2000. Los escultores “cortesanos” de la época serán Andreu Alfaro —uno de los principales impulsores de la creación del IVAM y autor de su logotipo, y que tiene obra en la calle desde los primeros ochenta—, Manolo Valdés —destacando su gigantesca Dama Ibérica (patrocinada por el Ayuntamiento y las constructoras Rosal S.L. y Vallehermoso S.A., y una Reina Mariana, donación de la promotora inmobiliaria Grupo de Empresas Juan Bautista Soler —, Juan García Ripollés, y sobre todo, Miquel Navarro, autor de la más grande de todas, con 46 metros de altura y 98 toneladas de peso, en una rotonda en las proximidades de la Ciudad de las Ciencias, en la llamada Plaza de Europa. Su título el Parotet, un regalo, en 2003, de Bancaixa a la ciudad (1,15 millones de euros) con motivo del 125 aniversario de la fundación de la Caja de ahorros de Valencia y ya a pocos años de su hundimiento, arrastrada por el estallido de la burbuja del ladrillo.
El colectivo Xarxa Urbana ha organizado visitas guiadas a los lugares más significativos de esta “ruta del despilfarro”, pero también a “Valencia en positivo”, un recorrido que visibiliza proyectos ciudadanos de respuesta, que a través de la creatividad y la solidaridad y la colaboración, desde el solar Corona a los huertos urbanos de Benimaclet, plantean que otra Valencia es posible, demuestran que ya existe.
Alicia Medina, Tras las Rutas del despilfarro, Valencia en positivo