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L’horta

La Huerta de Valencia es un espacio que tiene un extraordinario valor tanto desde el punto de vista ambiental como paisajístico e histórico-cultural, un ecosistema con más de 1.200 años de existencia, pues su origen se remonta al siglo VIII, con el asentamiento de grupos tribales musulmanes en la zona, y ha llegado por tanto a constituir una dimensión principal de la identidad de la ciudad de Valencia y de sus alrededores.

Joan Romero, Miquel Francés, La huerta de Valencia. Un paisaje cultural con futuro incierto

Por más rurales que sean sus raíces y su apariencia, el discurso identitario se construye en las ciudades, desde un pensamiento urbano y moderno. El “progreso” no suprime la tradición sino que la reinventa: “el desarrollo moderno da lugar a que las culturas campesinas y tradicionales ya no representen la parte mayoritaria de la cultura popular”, y son vividas como “complacencia melancólica con las tradiciones”.

Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad

Del mismo modo que la peculiaridad de los procedimientos del Tribunal de las aguas atrae a centenares de turistas a contemplar cada jueves sus sesiones, la conservación y revitalización de las fiestas y tradiciones es instrumentalizada por el poder político, no faltando en los actos de campaña electoral ni pilotaris, ni pirotécnicos, ni colombaires ni representantes de peñas taurinas, ni dirigentes falleros.

En Marzo de 2015 el Partido Popular aprobó –en contra de toda la oposición– una Ley de Señas de Identidad de la Comunidad Valenciana que identificaba y reconocía como símbolos, la lengua valenciana, el Siglo de oro, el Archivo de la Corona de Aragón, Els Furs, las bandas de música, el cant d’estil, la pilota, la colombicultura, las fiestas tradicionales, la gastronomía o las manifestaciones religiosas arraigadas en la tradición, entre otras.

Víctor Soriano i Piqueras, La huerta de Valencia, un paisaje menguante

Los zarpazos contra la huerta se han visto contestados por expresiones de defensa y resistencia, como la intensa campaña organizada por el colectivo Per l’Horta bajo el lema Horta és futur, que acabó consiguiendo la revisión del PGOU y su paralización en abril de 2015, justo antes de las elecciones que desalojarían al Partido Popular del Ayuntamiento y de la Generalitat. De este cambio político se espera que suponga la definitiva activación del Plan de Acción Territorial de Protección de le Huerta de Valencia, elaborado por la UPV, institución que a este respecto no se ve exenta de contradicciones. Per l’Horta encuentra antecedentes en otras movilizaciones en defensa del territorio que se han organizado en la ciudad en torno al lema Salvem, algunos de ellos contra la destrucción de determinadas zonas de huerta.

Aránzazu Muñoz Criado, Plan de la huerta de Valencia. Un paisaje cultural milenario

La huerta de Valencia se extiende desde la ciudad hacia el oeste, hasta los relieves de Paterna, Torrente y Moncada; hacia el norte, hasta Puzol, por el norte; y hasta la Albufera, por el sur. Lo que hoy conocemos como “la huerta” tiene su origen en el periodo andalusí, cuando, a partir del siglo VIII,  para llevar el agua a los campos se desarrolla una compleja infraestructura de regadíos desde el río Turia. Por los datos del Llibre del Repartiment se calcula que en el momento de la conquista, en 1238, existirían alrededor de 200 alquerías en el área. La expulsión de la población musulmana daría lugar a la reducción y concentración de estos núcleos, modificándose inevitablemente —a pesar de lo que la muy repetida expresión “com en temps de sarraïns” pudiera dar a entender— el sistema de acequias, que se había diseñado respondiendo al acuerdo social entre los grupos clánicos musulmanes para compartir el agua de riego.

Enric Guinot Rodríguez, “Com en tempos de sarraïns”. La herencia andalusí en la huerta valenciana

Las costumbres que regulaban el reparto del agua han sido trasmitidas oralmente a través de los siglos y la prueba de su eficacia y equidad, que explica su continuidad en el tiempo, se encuentra en que todavía hoy las sesiones que celebra el Tribunal de les Aigües para dirimir las posibles controversias tienen lugar en la Puerta de los Apóstoles de la catedral, construida, como fue la norma en todas las ciudades andalusíes tras la conquista cristiana, sobre la mezquita mayor.

Un tribunal consuetudinario que resiste a las reformas judiciales del Estado liberal no podía dejar de atraer la atención de los movimientos políticos más conservadores y localistas. La identidad tiene su fundamento y su legitimidad en el pasado, en la tradición; de ahí que se apropie de determinados símbolos procedentes de la cultura campesina: comunidades tradicionales que conservan la lengua, el folklore, las costumbres y, como en este caso, las instituciones.

Miguel Roiz, Regionalismo, centralismo y federalismo en la España del siglo XIX

La folklorización, la exaltación de una huerta idealizada se produce al mismo tiempo que va teniendo lugar un proceso progresivo de deterioro, motivado por la presión urbanística y la consiguiente construcción de infraestructuras viarias. Se calcula que desde la riuà de 1957 y hasta 2011, Valencia ha perdido casi el 65% de la superficie dedicada a huerta, pasando de 15.000 a 6.000 hectáreas en menos de 50 años, siendo el periodo más devastador el de las dos últimas décadas del franquismo: en los años del desarrollismo desaparecieron 6.000 hectáreas, casi la mitad de la existente a principios del siglo XX. La última oleada urbanizadora se inició en 1991 y solo se ralentizaría tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. Aún en 2014, a pesar de ser consideradas como “territorio de alto valor ecológico”, 450 hectáreas de huerta fueron recalificadas como suelo urbanizable por la administración del PP y expuestas a la especulación inmobiliaria. La propia Universitat también se expandió en los años 90 a costa de la huerta, y todavía en 2004 presentaba una solicitud, ratificada en 2010, de reserva de suelo de casi 30 hectáreas para la ampliación del campus.

Víctor Soriano i Piqueras, La huerta de Valencia, un paisaje menguante

Actualmente, la huerta de Valencia se encuentra en una situación de grave deterioro. En primer lugar, la integridad de su territorio es amenazada por la actividad urbanística y por el crecimiento de la red de infraestructuras. Se calcula que entre 1956 y 2011 se ha perdido un 64% de la superficie dedicada a huerta, pasando de 15.000 a 6.000 hectáreas en menos de 50 años.

La Vanguardia 03.11.2014

Coincidiendo con el auge en toda Europa, de movimientos a favor de la agricultura periurbana, se han puesto en marcha movimientos similares en otras zonas de la ciudad. Y en línea con la revalorización de la cultura de la huerta —donde cabría destacar la puesta en marcha del Artxiviu de l’Horta,  orientado a la recopilación de “ese formidable caudal de saberes, indispensable para entender estos paisajes culturales del agua”—, también han surgido iniciativas guiadas por el ánimo de extraer las rentas que ese capital simbólico genera, como Sociópolis, que oficialmente guiada “por la voluntad de proteger el máximo de superficie de huerta” encerraba un megaproyecto urbanístico de 2.800 viviendas sobre la recalificación de 35 hectáreas de suelo agrícola.
Este tipo de tensiones se manifiestan con agudeza en otro de los enclaves emblemáticos de los movimientos en defensa de la huerta, Benimaclet, donde al la vez que, desde 2012, existe el CSOA (Centre Social Okupat i Anarquista) L’Horta, en línea con el tradicional movimiento okupa, el barrio se ve “cada vez más lleno de comercios a la última moda, atrayentes de población”, en un proceso inequívoco de gentrificación.

Lluís Benlloch i Calvo, Tras la senda del desplazamiento. Valencia (1995-2007)

La crisis puede ser el nuevo San Isidro que proteja a la huerta valenciana